Hay un momento que mucha gente conoce: Acabas de comer -suficiente, en realidad- y, sin embargo, poco después te entra ese antojo silencioso.
Después de algo dulce.
O algo salado. O ambas cosas. Sólo un poco. Rápido. Sólo hoy.
Lo que en un principio parece un comportamiento de indulgencia inofensiva es a menudo mucho más que eso: un ciclo interior en el que nuestro cerebro hace tiempo que ha empezado a establecer reglas diferentes, y nos preguntamos cuándo exactamente hemos renunciado al control.
El sistema de recompensa: un marcapasos hambriento
A nuestro cerebro le encanta la dopamina. Es el neurotransmisor que nos motiva, recompensa e impulsa. Y aquí está el truco: los alimentos ricos en azúcar y grasa liberan esta sustancia de forma fiable y rápida, sobre todo combinados. Las investigaciones neurobiológicas hablan desde hace tiempo de una "sobreestimulación" selectiva de nuestro sistema de recompensa por parte de los alimentos modernos.
Un estudio de la Universidad de Yale demostró que el consumo habitual de alimentos ricos en calorías aumenta la actividad neuronal en aquellas zonas del cerebro que también están activas en los drogadictos (Gearhardt et al., 2011). En otras palabras, nuestro cerebro aprende muy rápido lo que nos hace felices a corto plazo... y quiere más de eso. Y más. Y más.
Aún más impresionante es la observación de un estudio realizado por la Universidad de Aarhus en Dinamarca (2020): Una sola semana de dieta "típicamente occidental" -es decir, mucho azúcar, mucha grasa- bastó para producir cambios mensurables en el hipocampo, la zona de nuestro cerebro responsable del aprendizaje y la memoria. Al mismo tiempo, disminuyó la capacidad de escuchar nuestras propias sensaciones de hambre y saciedad.
Una cabeza despejada necesita claridad a nivel celular
Eso suena aleccionador al principio. Pero en realidad es una gran invitación. Porque si el cuerpo es capaz de aprender -y lo es-, entonces el cambio es posible en cualquier momento. No por prescindir, no por disciplina o planes rígidos. Sino a través de nuevos impulsos que recogen el cuerpo allí donde surge el deseo real: en el metabolismo. En el sistema nervioso. En el cerebro.
Y aquí es exactamente donde empieza lo que yo llamo un verdadero nuevo comienzo, porque no lucha con su voluntad, sino que trabaja con su cuerpo.
Hablo de una combinación que no se caracteriza por las promesas de moda, sino por la lógica bioquímica:
- Una fibra dietética natural que se hincha en el estómago y, por lo tanto, no sólo hace que te sientas saciado durante más tiempo, sino que también ayuda a frenar los antojos.
- Cetonas exógenas, que proporcionan al cerebro energía rápidamente disponible y pueden así interrumpir elegantemente el ansia constante de azúcar.
- Una ayuda para el flujo linfático, que pone en marcha los procesos de desintoxicación del cuerpo, una especie de "servicio de limpieza", especialmente importante durante los procesos de reorganización.
- Y por último Aminoácidos de excelente calidad, que el cuerpo necesita para producir neurotransmisores, que a su vez favorecen el estado de ánimo, la concentración y la estabilidad interior.
Para mí, esta combinación tiene algo de mágico y, sin embargo, en realidad no es más que una oferta al cuerpo: "Toma. Ya no tienes que luchar contra ti mismo. Obtendrás lo que necesitas - de una manera mejor".
Volver al equilibrio interior
Lo importante para mí es que no se trata de hacerlo "todo bien". Se trata de recuperar el sentido de cuándo es suficiente. Cuándo tu cuerpo está realmente hambriento y cuándo tu sistema de recompensa está pidiendo a gritos una patada rápida. Y sí, esto a veces necesita apoyo. Especialmente en una vida cotidiana que nos enfrenta a tentaciones por todas partes.
Por eso no hablo de "renuncia", sino de reconexión. Con tu propio cuerpo. Con lo que realmente nos nutre. Y con la claridad mental que todos merecemos, más allá de los sentimientos de culpa o los constantes autorreproches.
La salida de esta espiral no es difícil. Es inteligente.
Y no empieza con el siguiente libro de dietas o el siguiente pero, sino con una decisión: Volveré a escuchar. Apoyo a mi cuerpo. Y le recuerdo a mi cerebro quién manda realmente aquí.
Creo que es un buen comienzo.